28.10.06

Maria. La Fiesta del Chivo

Bueno, estaba pensando en que yo no puedo juzgar la calidad literaria del libro, si es una obra maestra, si la técnica con la que está escrita es magistral, no se, no entiendo lo suficiente, no estoy lo bastante leída para enjuiciarlo, solo puedo hablar de las sensaciones que me provoca la lectura, lo que me hace reflexionar y eso es bastante importante.
Creo que los personajes destilan realidad, yo sí me los creo, me transmiten sufrimiento en algunos casos, asco en otros, ternura ante la cobardía de algunos, solidaridad. Todos ellos están dotados de humanidad, sin maniqueísmos y eso no es fácil. Me hacen preguntarme muchas cosas.

¿Es el chivo un cobarde o un valiente? o ambas cosas, ¿el fin justifica los medios? ¿Es lícito sacrificar vidas humanas para la consecución de un "noble objetivo"?. ¿Por qué personas que teniendo un gran espíritu de lucha, fuerza de voluntad y tesón, todas ellas virtudes loables, pueden utilizar todas esas habilidades para sembrar el terror, para generalizar la crueldad? Y la iglesia y la astucia del señor presidente de la república, todo meda mucho que pensar y eso no lo hace cualquier libro.También creo que es importante acordarnos de que aquí hace nada sufrimos una guerra civil y muchas personas cayeron en el olvido después de una represión brutal y eso no lo estudiamos en el colegio así que sugiero que próximas lecturas giren en torno a la guerra para recordar a aquellos que no tuvieron voz para expresarse.
Besos, Maria .

21.10.06

Vargas Llosa y Capote

Para escribir La Fiesta del Chivo, Vargas llosa estuvo tres años investigando sobre Trujillo y los entresijos de su gobierno. Visitas al país, entrevistas con personas cercanas a Trujillo, opositores y personas que sólo intentaban sobrevivir.

Esto me recuerda a la forma en que se escribió otro de los libros que el año pasado leímos en nuestro club. A sangre fría.

Las dos novelas están basadas en hechos reales y los dos escritores dedicaron mucho tiempo a una gran tarea de investigación. Sin embargo el resultado es muy diferente. Mientras que la novela de Capote es una novela periodística, precursora de un nuevo género, Vargas toma la realidad e intercala personajes de ficción, como Urania, que conviven con personajes reales como Trujillo o Abbes.

Pero hay quién ve defectos en el libro, precisamente debidos a esa gran tarea de investigación de Vargas Llosa. Edmundo Paz nos dice que hay momentos en que el escritor se ve rebasado por la historia e impiden que sea una obra maestra:

Vargas ha hecho un gran trabajo de investigación para escribir esta novela. Uno de los defectos es que, a ratos, se nota: Cuando Urania dialoga/monologa en voz alta con su padre enfermo incapaz de responderle, se puede decir que este es un gran recurso narrativo que simboliza la ruptura de la comunicación entre ambos. Sin embargo, mucho de lo que Urania dice es forzado, parece estar más dirigido al lector que a su padre, por ejemplo la anécdota sobre el joven sabio Henríquez Ureña.

También habla Edmundo de otro ejemplo en el capítulo once. Aprovechando una cena de Trujillo con su instructor de los marines Simon Gittleman, se informa de uno de los hechos más sangrientos de la dictadura: el 2 de octubre de 1937. En realidad no es más que una pregunta didáctica para informa al lector de lo que ocurrió ese día.

15.10.06

Trujillo y Fujimori

La fiesta del Chivo, tomando como ejemplo la dictadura de Trujillo, es una gran recreación sobre la forma en que las dictaduras funcionan y se mantienen en el poder durante muchos años.

Lo curioso de esta novela es que Vargas Llosa ya había escrito una gran novela sobre el mismo tema: Conversación en La Catedral. La pregunta es entonces ¿Qué lleva a Vargas a escribir otra obra sobre el mismo tema?

Son varios los investigadores que ven en La fiesta… una necesidad personal de saldar cuentas con Fujimori. Aunque el tema en la novela sea Trujillo, el tema de fondo es Fujimori, quien gobernó Perú entre 1990 y 2000.

Al mismo tiempo, otro paralelismo se establece entre Johnny Abbes (jefe de la inteligencia con Trujillo) y Vladimiro Montesinos (jefe de la inteligencia con Fujimori). El papel de Abbes en la novela es clave, resaltando su importancia dentro del régimen dictatorial y llegando a ser casi más protagonista que el propio Trujillo.

Se quiere destacar el papel que este tipo de personajes tiene para el mantenimiento de las dictaduras. Un escritor boliviano, Edmundo Paz Soldan, en un estudio sobre la novela dice: “Para que existan los Chivos, se necesitan los Demonios; para que existan los Fujimoris, se necesitan los Montesinos.

“El coronel puede ser un demonio; pero el Jefe le sirve: Todo lo malo se le atribuye a él y a Trujillo sólo lo bueno ¿Qué mejor servicio que ése? Para que un gobierno dure treinta años, hace falta un Johnny Abbes que meta las manos en la mierda. Y el cuerpo y la cabeza si hace falta. Que se queme. Que concentre el odio de los enemigos y, a veces, el de los amigos. El Jefe lo sabe y, por eso, lo tiene a su lado. Si el coronel no le cuidara las espaldas, quién sabe si no le hubiera pasado ya lo que a Pérez Jiménez en Venezuela, a Batista en Cuba y a Perón en Argentina”

7.10.06

Vargas Llosa y sus fantasmas. 1ª parte.

Dicen que hay varios fantasmas que habitan en las novelas de Vargas Llosa y a los que el autor hace continuas referencias. Uno de ellos es su padre.

En “La fiesta del Chivo” podemos ver esta relación en diferentes niveles.
Voy a proponer dos:

El primero es la relación entre Urania y su padre, Agustín Cabral. Aparece un enigma: Urania regresa a la isla y se dirige a visitar a su padre, a quién no ha visto en muchos años y con quien no tiene ningún tipo de relación por unos hechos que ocurrieron en la época de la dictadura de Trujillo. Poco a poco iremos conociendo qué ha pasado.

Pero también aparece la relación de Trujillo, el Padre de la Patria Nueva (además de con sus propios hijos, de los que no se siente muy orgullosos precisamente) con el pueblo de Santo Domingo.

Asistimos a una magistral exploración y descripción de esa horrible dependencia que los dictadores logran crear con el pueblo al que someten. Como padres super-protectores, impidiendo que sus hijos piensen y tengan acceso a libertad alguna, llegando incluso a que los propios sufridores del tirano se sientan huérfanos si llegase a desaparecer.

Y en esto, alguien lo quiere matar. Comienza la historia.

1.10.06

¿Qué es el poder? La fiesta del Chivo

¿Qué es el poder? ¿Qué hace que una persona logre imponer su voluntad sobre la de millones?.

En esa ambigüedad intencionada entre realidad y ficción de La fiesta del chivo, subyace el interés de Vargas Llosa por sumergirse en el misterio de la tolerancia ante el poder absoluto y nepótico.
La realidad es el relato y la crónica del final de Rafael Leonidas Trujillo, dictador de la República Dominicana desde 1930 a 1961, sobre la base de un profundo trabajo de investigación que le llevó más de tres años. La ficción (a través de personajes como Urania), es la libertad para reflexionar sobre el servilismo, la corrupción, la degradación y el envilecimiento de regímenes como éste de los que está llena la historia latinoamericana.
Se puede llegar a entender que la propaganda, la falta de información, el adoctrinamiento y el aislamiento consigan divinizar a un dictador “como el hijo maltratado entiende el castigo por su propio bien”, lo que ya no es tan comprensible es la aceptación de esto mismo por personas cultas que conocen otras realidades mejores y sin embargo aceptan la situación de manera sumisa e incluso las vejaciones más horribles.

A lo largo de la narración se nos van mostrando algunas de las posibles razones por las que este pueblo fue manipulado y oprimido durante más de tres décadas:


La necesidad de “seguridad” aunque sea a costa de volver la cara hacia otro lado. Se niegan los abusos, los asesinatos y la corrupción porque la gran mayoría tiene trabajo y la seguridad ciudadana está garantizada. Poco a poco la perspectiva de lo que está bien o mal se deforma y la amnesia se apodera de todos. El dictador es entonces el salvador de la patria, el Benefactor, la masacre de haitianos, el fin del peligro de una nueva invasión del país vecino y el aislamiento forzoso, la ruptura orgullosa con el resto del mundo, enemigo amenazante y envidioso.

La ambición económica y el reconocimiento social, convierte a muchos en cómplices de un sistema del que parece que solo podían librarse “los exiliados (no siempre) y los muertos”. Trujillo se nos presenta como un gran manipulador que sabe aprovechar muy bien la vanidad, la codicia y la ignorancia de los hombres. Su generosidad está por encima de las aspiraciones de los más ambiciosos ganándose su fidelidad incondicional y lo mismo hace con el pueblo al que mantiene contento con dádivas multitudinarias o abocando vínculos afectivos como por ejemplo apadrinando a cientos de recién nacidos, con lo que significa ser “compadre” en Latinoamérica.

El ansia de poder corrompe al pequeño círculo de intelectuales y consejeros de los que Trujillo se rodea, volviéndoles insensibles ante el horror. Títeres que luchan entre ellos con “sutiles maniobras, estocadas sigilosas e intrigas florentinas” por estar un poco más cerca del dictador, “como las hembras del harén para ser la favorita”.La ley del más fuerte, la feroz competitividad, un instinto que una vez más Trujillo sabe utilizar en su beneficio, sometiéndoles a un constante estrés, a un miedo permanente a caer en desgracia. Les exige pruebas de fidelidad inverosímiles y crueles y de vez en cuando condena sin motivo alguno a uno de ellos de manera ejemplizante, destituyéndole de sus cargos, confiscando sus bienes y persiguiendo a su familia.




También pudiera ser que haya gentes que necesiten de un Mesías para llenar sus vidas, y entonces aparece alguien con carisma e inteligencia pero sin escrúpulos ni principios morales al que seguir. Vargas Llosa pone especial cuidado en mostrarnos la idealización de que es objeto su personaje principal. El pueblo le mitifica durante décadas y se deja hipnotizar por el aura del hombre que no suda si no quiere, que tiene una mirada que nadie es capaz de resistir sin bajar los ojos, que jamás descansa y que nunca tiene una arruga en el traje. “Trujillo podía hacer que el agua se volviera vino y los panes se multiplicaran si le daba en los cojones”. “Incansable, podía trabajar veinte horas seguidas y luego de dos o tres horas de sueño comenzar el nuevo día al amanecer, fresco como un adolescente”. Balaguer en sus discursos identifica el gobierno de Trujillo con una misión divina y en muchos hogares del país lucían enseñas del tipo “Dios y Trujillo”. También es cierto que nos muestra la parte humana con sus miedos y miserias. Alguien que no es capaz de asumir la vejez o la impotencia sexual y al que su próstata coloca en frecuentes ataques de pánico, pero esto queda en la más estricta intimidad, ocultando al mundo cualquier tipo de debilidad.

Evidentemente no todos sufren encantamiento. “Muchos dominicanos mantienen durante años una doble personalidad, una realidad pública y una verdad privada prohibida de expresarse”. El miedo a perderlo todo y a la propia muerte les impide reaccionar. Nadie osa desafiar los corsés ideológicos y políticos del trujillismo y nadie se arriesga, por miedo, a convertirse en vanguardia del descontento. Resolverlo a las bravas parecía la única opción posible.

Por último, me llamó especialmente la atención el pasaje en el que se explica el sometimiento de algunos por vocación masoquista. Seres que necesitan ser maltratados para sentirse realizados.

Puede que alguna de estas razones justifique la impasibilidad ante la crueldad y el abuso de poder, pero no encuentro ninguna para entender qué es lo que mueve a un pueblo a lanzarse a la calle a dar caza y muerte con saña e inusitada dureza a miles de haitianos en nombre de Trujillo. Unos pocos días en este país son suficientes para comprobar que todavía hoy, el desprecio por la lengua, creencias y costumbres africanas de sus vecinos está muy arraigado. Pero desde luego no han sido ni son los únicos. Perturba pensar con qué facilidad sociedades enteras se dejan arrastrar, haciendo tambalearse nuestra confianza en el género humano como colectivo.
Eugenia.