26.11.07

La docta ignorancia. Las vírgenes suicidas

Hay novelas que tienen raigambre en la sociedad sin que yo logré averiguar el por qué. Este libro es otro ejemplo: me ha decepcionado. Y no es que me haya desagradado la trama - que seguramente tiene más miga que la exprimida - sino que no comparto en absoluto el modo de escritura empleado. Una primera persona del plural retratada mediante un registro propio de reportaje no creo que sea lo más adecuado para una novela de este tipo. Además he observado errores de bulto: como la manía infantiloide de hacer aparecer objetos de narración justo en el momendo adecuado; cosa que en un libro que pretende ser un informe objetivo parece incluso chistoso.
Me ha costado leerlo. He necesitado estómago; esperando que al final algo me hiciera sucumbir a un pretendido encantamiento.
Pero sinceramente me ha parecido un libro absurdo cuando pretender ser tan fiel a lo que cuenta que incluso adjunta documentos al texto: como si se relatara a un juez... Sí que es un retrato de la sociedad estadounidense; pero más parecido a un reportaje etnológico que a una novela de pretendido éxito. Sé que es primera novela; y que su pretendido escándalo hizo pasar por encima estos errores.
Sinceramente no lo recomiendo. Con el estómago que tengo que me cueste tanto leer un librito es significativo. Mal. O no capto matices o este libro está sobrestimado. Y mucho.

http://ladoctaignorancia.blogspot.com

20.11.07

¿Qué es la belleza? Las vírgenes suicidas

Una de las claves de esta historia es la belleza. La fascinación que las hermanas Lisbon causan entre los adolescentes de Grosse Pointe, Michigan, se debe a la belleza de las mismas y al hecho de que esa belleza parezca inaccesible. Todo ésto unido a la juventud y supuesta pureza de las chicas.

Pero ¿qué es la belleza? ¿Por qué unas cosas nos resultan bellas y otras no? ¿De qué depende? ¿Es subjetiva o por el contrario hay un canon establecido de los que es o no es bello? ¿Qué pensaríamos nosotros de las hermanas Lisbon?

En Fedro, Platón decía que en la tierra no hay imágenes visibles de aspectos como la sabiduría, pero que sí hay imágenes de la belleza. Así pues, es algo que se puede ver y que, por tanto, seríamos capaces de definir.

De todas las definiciones posibles, yo me quedaría con la que depende del punto de vista psicológico. En dicha teoría se analizan los procesos psicológicos por los que se emite un juicio de valor diciendo que algo es bello y que la naturaleza de lo bello depende de lo que entienda por tal la sociedad que emita el veredicto.

Así se pueden explicar los cambios en los cánones de belleza a través de la historia. Fijémonos en el ideal de belleza desde la antigüedad y veremos como ha ido cambiando con los tiempos y con las modas, con la forma de pensar y de actuar de la sociedad en la que se vive.

Por tanto, se puede decir que la belleza es totalmente subjetiva y que cambia con los tiempos, que lo que hoy es bello mañana no lo es. Que las hermanas Lisbon son bellas en su contexto, pero que no tienen por qué serlo en otro. Y que un lector como tu o como yo puede pensar que las hermanas Lisbon no tienen nada de bellas. Que lo que nos gusta son las personas con gafas. Como su madre, aunque las tenga de bibliotecaria

14.11.07

.La intimidad desnuda. Fresas salvajes.

La intimidad se desnuda ante nosotros, espectadores indiscretos, desde la primera imagen de “Fresas salvaje”. Nos metemos de puntillas en el terreno privado de un hombre de edad, el lugar sagrado donde acumula libros y objetos de toda una vida, el refugio que todos anhelamos y protegemos y al que sólo acceden los íntimos que hayan hecho méritos de merecerlo. Su fiel ama de llaves se detiene pudorosa y discreta en el umbral de la puerta, no osando profanarlo.

Del refugio a la alcoba, dentro aún del universo íntimo en el que, en la más estricta soledad, los hombres meditamos con la almohada o damos rienda suelta a los fantasmas del subconsciente que viven en nuestros sueños. Somos testigos del miedo al tiempo detenido del que se sabe sin futuro y cercano a la muerte.

Si existe alguna encuesta sobre estas cosas, seguramente demostrará, que un tanto por ciento bien elevado de peleas conyugales y familiares de todo tipo, encuentran su lugar perfecto, seguramente por reducido e íntimo, en el interior de un coche en un viaje de rutina. El voyeur más avezado debería sonrojarse ante las hirientes palabras de Marianne, la cuña que empieza a quebrar el orden, tan estable y asentado de las cosas. El hasta ahora exitoso y respetable hombre de mundo, se quita “la máscara de buenos modales” y se nos muestra egocéntrico, usurero, egoísta, machista y cruel con sus seres queridos.

Recurrente por efectivo, el recurso del coche dentro de otro coche, reduce el espacio donde se guardan los secretos de familia. Aquí se nos hace difícil seguir siendo público pasivo, así que sin poder evitarlo nos vemos tomando partido: Marianne o Evard, la vida o la muerte, la pareja o el hijo por venir, la sumisión o la liberación de la mujer.

En nuestro viaje no estamos solos, somos ya algunos más los que espiamos las vida ajenas, obligados a escuchar la durísima pelea de una extraña pareja, o no tan extraña, que se agarra de manos y pies a su mundo derruido, a la triste realidad de su fracaso. Eligen llegar juntos e irse juntos, en coche o a pie, con lo fácil que sería separarse en este punto. Quizá sea mejor el infierno que la nada, lo que me recuerda otra frase de otra gran película de Bergman: “si esto es el infierno, prefiero vivirlo contigo”.

No sabría decir en qué momento exacto, dejamos de ser meros mirones sin responsabilidades y empezamos a identificarnos con el personaje. En qué momento compartimos viaje “por la calle de bastidores vagamente alumbrada que es la memoria”, y nos miramos en el mismo espejo, que tanto duele, observándonos a nosotros mismos. En qué momento, añoramos juntos, tras la ventana indiscreta, la oportunidad perdida que no volverá jamás, mientras Sigfrid y Sara se besan en el piano.

7.11.07

Los viajes de Bergman. Fresas salvajes

Cuando se es joven, los viajes, indudablemente, van siempre hacia delante. Intentamos soñar con un futuro mejor, intentamos asomarnos a un agujero y ver cómo será nuestro futuro.

Quizás sea una pena que tengamos que llegar al fin de nuestros días para saber que la esperanza no está en el futuro, está en volver al pasado, en recrearlo, en analizarlo, en expulsar fantasmas y viejos temores, en arreglar cuentas con uno mismo lo más rápidamente posible.

Y quizás sea entonces cuando nos damos cuenta de que la muerte no es una amenaza, sino que simplemente es el último paso, necesario para completar el proceso de la vida. Aunque intentemos reírnos de ella y soñemos que la burlamos asistiendo a nuestro propio entierro o imaginando relojes sin manecillas que detengan el tiempo.

Y también de que las relaciones humanas no son perfectas y de que, al final, las parejas son abandonadas en medio de una carretera, pendientes de un destino que no son capaces de comprender. Quizás en la carretera perdida de Lynch. O en esa carretera hacia ninguna parte a la que cantaban los Talking Heads.

También es cierto que la mujer debe decidir su destino, no debe conformarse con lo que la sociedad establece para ella, porque la sociedad está dominada por hombres. Ya lo decía Rimbaud, probablemente mucho más femenino que muchas mujeres: “ser moderno es una obligación.”

Cuando se es mayor, los viajes, indudablemente, van hacia atrás. No hay futuro. Y es que su ausencia es lo único que nos hace mirar atrás. Es la única dirección posible. Una pena. Quizás todos necesitemos unas fresas salvajes dos o tres veces en la vida. Y pronto. Muy pronto.


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