27.4.06

Eugenia. El libro de las ilusiones

Eugenia. El libro de las ilusiones.

“El libro de las ilusiones” absorbió casi todo el tiempo que pude dedicar a la lectura estas vacaciones. Me lo leí del tirón. La narración se desarrolla a un ritmo vivo, sin que decaiga el interés en ningún momento. Lo mejor es que además de una historia original y bien contada, yo veo una obra de una sutil complejidad de matices, con temas de fondo que estoy segura que irán surgiendo en vuestras intervenciones en los próximos meses.
La cuestión del azar y su trascendencia, por ejemplo. Los dos protagonistas, David Zimmer y Hector Mann, se mimetizan, inmersos en las tropelías de una historia que nunca controlan. Los momentos importantes de sus vidas nunca suceden por una decisión personal meditada o razonada, sino por el implacable azar. Las circunstancias ajenas totalmente a su control transforman sin aviso su entorno, su mundo y lo hacen sin piedad, sumiendo a ambos en un profundo abatimiento, del que van saliendo, también por casualidad.
“Todo formaba parte de lo mismo, cada eslabón de la cadena de causa y efecto era un elemento fundamental del horror”. Así nos presenta David la muerte de su familia en un accidente de avión. En el reino de lo posible confluyeron sólo aquellas situaciones y factores que dieron lugar a que se produjese este trágico hecho.
Del mismo modo, David empieza a salir de su depresión porque Hector Mann apareció inesperadamente en su vida, mientras veía en la televisión una de sus películas. Y escribe un libro sobre este personaje sin proponérselo realmente, porque una operaria que le coge el teléfono se lo pone fácil. “De no haber sido por la conversación con aquella mujer de Rochester, nunca se me habría ocurrido acometer esa empresa”.
Momentos claves de la trama son también consecuencia de situaciones fortuitas. El hecho que hace desaparecer a Hector Mann, y que no voy a concretar por si no lo habéis leído todavía, es responsabilidad de algo tan insignificante como un pinchazo en su coche. “De no haber sido por el pinchazo, el acontecimiento que alteró el curso de su existencia, nunca se habría producido”.
Incluso el desenlace final se reduce a la poco trascendente decisión, por parte de Alma, de dirigirse a la derecha o a la izquierda en el umbral de una puerta.
En definitiva aquí se nos evidencia la vulnerabilidad y poca capacidad de decisión del ser humano en su propio destino. Después de todo, como diría Jorge Wagensberg en sus libros de aforismos, “si no fuera por la ocurrencia de sucesos improbables, hoy seríamos aún todos bacterias”.

Y hablando de aforismos, entre líneas, se descubren algunos interesantes en este libro. Pensamientos en forma de frases contundentes y rotundas, mensajes breves que comprimen la situación, invitando a pensar. Ahí van algunos:

“Lo que importa no es la habilidad para evitar los problemas, sino la manera en que se enfrenta uno a ellos cuando se presentan”.

“Cuando se lleva todas la de perder, la única manera de ganar es rompiendo las reglas”.

“La desgracia y lo maravilloso son gemelos, nacieron a la vez”.

“Lo imprevisto sucede donde menos lo esperas, como se suele decir, pero una vez que ocurre, lo último que esperas es que vuelva a suceder”.

“El mundo está lleno de pequeñas cavidades, aberturas sin sentido, vacíos microscópicos que la mente podía cruzar, y una vez que se estaba al otro lado de esos huecos, uno se liberaba de sí mismo, se liberaba de la vida, se liberaba de la muerte, se liberaba de todo lo que le pertenecía”.

“El sentimiento de culpa puede hacer que alguien obre en contra de sus intereses, pero el deseo también puede conducir a lo mismo, y cuando la culpa y el deseo se mezclan a partes iguales en el corazón del hombre, puede que ese hombre empiece a comportarse de manera extraña.”

“Los muertos no están autorizados a gritar dentro de nosotros más que una vez al día”.

“Los momentos de crisis producen una vitalidad redoblada en los hombres. Los hombres sólo empiezan a vivir plenamente cuando se ven entre la espada y la pared”.

“Hay una gran diferencia entre el fuego real y la idea del fuego, entre soñar o imaginar una quemadura y quemarse verdaderamente”.

“Quién vive demasiado, muere vivo. Al avanzar en la vida, dejamos tres o cuatro imágenes de nosotros mismos, diferentes entre sí; las vemos a través de la niebla del pasado, como retratos de nuestras diversas edades”.

Un saludo.

Eugenia.