A partir de Tomás Moro y su Utopía son muchas las obras que plantean ideas para un mundo mejor. Su característica principal era la de presentar alternativas a la realidad existente, dando así ideas a los gobernantes.
En estas obras la acción solía transcurrir en países lejanos o en lugares perdidos a donde todavía no había llegado el hombre. Las islas eran un lugar muy recurrente. Pero en el siglo XX la humanidad llegó a prácticamente todas las esquinas del planeta, dejando así pocos sitios en los que transcurrieran nuestras utopías.
Solución: el futuro. Algo que siempre nos gustó imaginar. La eterna pregunta ¿A dónde vamos? El concepto de utopía cambió. No sólo proponemos futuros mejores, también advertimos de lo que ocurrirá si no cambiamos el presente.
Aparece aquí el término ‘distopía’. En la utopía siempre se reflejaba una sociedad mejor. En la ‘distopía’ se presenta una sociedad peor, consecuencia de nuestros hechos presentes. 1984 es, probablemente, la distopía más famosa. Pero no la única. A su lado podemos citar ‘Un mundo feliz’ y ‘Nosotros’. Las dos son obras anteriores a 1984 que surgieron como respuesta a los sistemas totalitarios de la primera mitad del siglo XX, y que nos avisaban de sus consecuencias en un futuro por entonces lejano. Un futuro que es nuestro presente.
Es por eso que me gustaría que todos valorásemos más el término ‘ciencia ficción’. Hay muchas obras que encasilladas dentro de un género lleno de alienígenas verdes, platillos volantes y pistolas de rayos no reciben toda la atención que se merecen.
Veamos estas obras como lo que realmente son: la plasmación del viejo espíritu de la utopía. Al fin y al cabo ‘La Guerra de los mundos’ pretendía lo mismo que Conrad y su ‘Corazón de las tinieblas’ que tanta satisfacción nos dio en este club: denunciar el expolio que se estaba cometiendo en África. Esa era una de sus lecturas.
En estas obras la acción solía transcurrir en países lejanos o en lugares perdidos a donde todavía no había llegado el hombre. Las islas eran un lugar muy recurrente. Pero en el siglo XX la humanidad llegó a prácticamente todas las esquinas del planeta, dejando así pocos sitios en los que transcurrieran nuestras utopías.
Solución: el futuro. Algo que siempre nos gustó imaginar. La eterna pregunta ¿A dónde vamos? El concepto de utopía cambió. No sólo proponemos futuros mejores, también advertimos de lo que ocurrirá si no cambiamos el presente.
Aparece aquí el término ‘distopía’. En la utopía siempre se reflejaba una sociedad mejor. En la ‘distopía’ se presenta una sociedad peor, consecuencia de nuestros hechos presentes. 1984 es, probablemente, la distopía más famosa. Pero no la única. A su lado podemos citar ‘Un mundo feliz’ y ‘Nosotros’. Las dos son obras anteriores a 1984 que surgieron como respuesta a los sistemas totalitarios de la primera mitad del siglo XX, y que nos avisaban de sus consecuencias en un futuro por entonces lejano. Un futuro que es nuestro presente.
Es por eso que me gustaría que todos valorásemos más el término ‘ciencia ficción’. Hay muchas obras que encasilladas dentro de un género lleno de alienígenas verdes, platillos volantes y pistolas de rayos no reciben toda la atención que se merecen.
Veamos estas obras como lo que realmente son: la plasmación del viejo espíritu de la utopía. Al fin y al cabo ‘La Guerra de los mundos’ pretendía lo mismo que Conrad y su ‘Corazón de las tinieblas’ que tanta satisfacción nos dio en este club: denunciar el expolio que se estaba cometiendo en África. Esa era una de sus lecturas.